El ello: es lo innato y el
impulso, es la función más antigua y original de la personalidad y la
base del superyó y el yo,es decir el diablito que se sienta en el
hombro y te dice al oido lo que no querés escuchar por que te tienta.
Representa nuestros impulsos, necesidades y deseos básicos, según Freud,
el motor del pensamiento y el comportamiento humano. Opera de acuerdo
con el principio del placer y desconoce las demandas de la realidad.
Allí existen las contradicciones, lo ilógico, y lo perverso.
El superyó es la parte que
controla y calma un poco al ello, el angelito que discute con el diablo
hasta que el yo resuelve. Representa los pensamientos morales y éticos.
Consta de dos subsistemas: la conciencia y el ideal del yo. La
conciencia autocrítica y reflexiva, la crítica y el reproche. El ideal
del yo es una autoimagen ideal compuesta de conductas aprobadas y
recompensadas, un concepto de quien pensamos deberíamos ser.
El Yo, que trata de
un modo realista de manifestarse ante los deseos y demandas del ello
de acuerdo con el mundo exterior y lo que se debe hacer. Aplaca las
perversiones e impulsos del ello pero evoluciona a partir del él y sigue
al principio de realidad, satisfaciendo los impulsos, sin hacer enojar
al superyó en el mundo real. Como ejecutor de la personalidad, tiene que
medir entre las tres fuerzas que le exigen: las del mundo de la
realidad, las del ello y las del superyó, el yo tiene que conservar su
propia autonomía por el mantenimiento de su organización integrada.